Gilbert O’ Sullivan.
Hace casi medio siglo, una irónica balada de un gran autor y compositor irlandés, Gilbert O’ Sullivan, se convirtió en un impensado mega éxito de la industria discográfica mundial, para sorpresa de buena parte de la crítica musical, que siempre tuvo problemas con el soft rock.
Pese a su juventud, tenía por entonces 25 abriles, el pianista y cantante Gilbert O’ Sullivan consideró por entonces que el primer lugar sostenido durante todo el año en los rankings de Estados Unidos era un accidente, que en todo caso le ayudaría a seguir grabando nuevos discos
“Es solo una canción”, dijo aquel solista que gustaba rodearse de arreglos orquestales untuosos y sofisticados. “Cuando grabamos ‘Alone again (Naturally)’ nadie estaba pensando que una melodía fuera a cambiar el mundo”, agregó con la consabida dosis de lo que el mundo suele definir “humor británico”.
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En muchos países del mundo, entre ellos en la Argentina, donde a veces era presentada como “Solo otra vez, naturalmente”, aquella canción fue pasada centenares de miles de veces por las radios, sin que nadie supiera demasiado de la historia del músico, que desde 1967 trabajaba de escribir canciones que grababan otros.
El irlandés, educado en los exigentes institutos artísticos ingleses, contó décadas después que creyó haber tocado el cielo con las manos cuando le ofrecieron escribir canciones y pudo vivir de eso, no cuando algunas de ellas, en sus versiones, dieron la vuelta al mundo.
“Yo compongo canciones pop”, dijo en 2009 en una entrevista, cuando ya había grabado la friolera de 200 discos. “Fin de la historia. Eso es todo lo que quiero hacer. Y es todo lo que querré seguir haciendo. No tengo interés en hacer giras, y vivir en el pasado”.
En un libro llamado “The British Invasion y la música beat de los 60 en USA”, uno de los grandes admiradores argentinos de O’ Sullivan, el rosarino Litto Nebbia plantea que el filtro de la historia ha hecho que hoy se ignore la existencia de docenas de grandes artistas que le dieron sentido a la evolución de la música.
“Es fundamental poder registrar de qué manera el “puro negocio” opera en contra del “buen arte”. La codicia del querer abarcar todos los frentes del gusto popular, de subestimar al público bajo la máscara de millonarias promociones publicitarias, hizo posible que comenzara a desaparecer un modelo de producción de buen gusto”, subraya.
Por eso, asegura en el libro que escribió junto al periodista Marcelo Gobello, el fenómeno de la llamada Invasión Británica a los Estados Unidos en los años sesenta se circunscribe a The Beatles, The Rolling Stones, The Animals, The Who, los Yardbirds y los Kinks, mientras “docenas de excelentes bandas y solistas” han quedado en un “injusto olvido” pese a que en su momento fueron de notable masividad.
El asunto no sería tan importante para la cultura musical argentina si no estuviese claro que esos artistas borrados del oído por el paso del tiempo fueron completamente influyentes, algunos de ellos incluso como los mencionados antes, sobre la escena local, directa o indirectamente, que así ignora la existencia de algunos eslabones en su cadena evolutiva.
Los cambios tecnológicos y los gustos de las nuevas generaciones moldeados en parte por el imperio de las redes sociales llevan a cualquier oyente a preguntarse: ¿Recuerdan cuando los éxitos eran temas de la calidad de “El año del gato”, de Al Stewart, “Rezo una pequeña plegaria”, por Aretha Franklin, “Father and Son”, de Cat Stevens o “Matándome suavemente con su canción”, por Roberta Flack?
Lo de O’ Sullivan no fue solo una canción exitosa: pocos meses después grabó “Clair”, dedicada a la hija pequeña de Gordon Mills, su socio en la composición, y más adelante su enemigo, que con facilidad ascendió al número 2 de las listas de Billboard en los Estados Unidos, tras lo cual vino “Get Down”, otro mega hit mundial.
Por entonces, 1972 y 1973, cuando en la Argentina terminaba la dictadura de Onganí-Livingston-Lanusse y llegaba el momento de Héctor Cámpora al gobierno y el tercer Juan Domingo Perón al poder, el bueno de O’ Sullivan era considerado en Estados Unidos, y por ende en el resto del mundo la mayor figura musical masculina de Gran Bretaña.
Pero de ahí en adelante pasó algo raro: el tiempo empezó a devorarlo, sus trucos dejaron de sorprender, los sellos contrataron docenas de otros baladistas y de a poco O’ Sullivan, que siguió grabando, pasó a ser un músico cuyo cuarto de hora había pasado, al contrario de lo que ocurrió con muchos otros de su generación, entre ellos Paul Mc Cartney o Elton John.
En 1980, a los 33 años, la pegó comercialmente por última vez: con “What’s in a Kiss”, con el que logró resucitar durante un breve período su gloria, en un momento en que la música disco arrasaba al mundo y los punks se habían encargado de tender un manto piadoso sobre el rock sinfónico.
O’ Sullivan, no ha muerto, ni se ha retirado o dejado de componer. Tiene 74 años años, está vivito y coleando, y luego de la reclusión del último año tiene actividades a corto y largo plazo: una gira por Japón a fin de este mes de mayo y otra por Estados Unidos, en marzo de 2022.
Pero su sofisticación y sus modos musicales se convirtieron en pasados de moda apenas las nuevas tendencias convencieron a la industria de que había que apuntar hacia otro lado y al público de que no había nada nuevo en lo viejo, por lo que necesariamente lo bueno es nuevo.