@LuisVenturaSoy
No quiero abrir una puerta que, después de una suma de imprudencias cometidas por mi persona, supe cerrar, para no seguir dañando a los seres que más amo en este mundo. Pero sí quiero dejar constancia de una historia de vida que se ha recorrido en un riguroso minuto a minuto existencial, y que se llevó adelante con mucho esfuerzo, muchos desvelos y por sobre todas las cosas, con mucha fe.
Esa vida de la que hoy hablo me obligó a salir del aire cuando estaba trabajando como siempre lo hago en “Fantino a la tarde”, porque un llamado telefónico me notificó que una crisis neurológica en el cerebro de mi hijo obligaba a una internación urgente. Con la anuencia y la contención de Alejandro Fantino y mis compañeros de trabajo me zambullí en mi auto, fui a buscar a Antoñito y lo internamos en una clínica que ya conocen a mi hijito, quien ha tenido varios episodios de este tipo, pero nunca difundidos. Esta vez, la televisión evitó un tratamiento reservado y quiero explicar nuestra realidad para que no se difundan cosas que no son y que llegado el caso, hoy le puede ser útil a mucha gente que no sepa actuar frente a tamaño desafío familiar y de salud.
Mi hijo es un niño seismesino, de maduración prematura y que desde que nació debió recibir tratamientos y estimulaciones especiales. Ni mejores ni peores; especiales, distintas. Esto me llevó a conocer la inconmensurable e infinita dimensión de la neurología argentina que muchas veces no sabemos o no conocemos.
Mi instinto natural de padre me llevó a buscar todas las alternativas de calidad de vida… Antoñito fue y es lo que Dios me envió y él se merece todo lo que esté a mi alcance. Así es que busqué ciencia, medicina, especialistas, tratamientos, pasos alternativos, clínicas, sanatorios, institutos y todo aquello que pudiera favorecer a Antoñito, y la peleé de visitante, torazo en rodeo ajeno, en un terreno que no es el mío, pero guiado por el fervor de un padre que no se da por vencido.
Así pasé por INECO, por el FLENI, por la clínica Trinidad, por la eminencia de Facundo Manes, por el prestigioso neurólogo Nicolás Schnitlzer, por el infaltable y sublime neurólogo Alejandro Andersson, por el gigantesco doctor Hugo Beherens, por muchas cepas del cannabis, por incansables acompañantes terapéuticas, por los trámites habilitantes de un niño de capacidades especiales… Y ponerme a explicar detenidamente todo esto es muy difícil, por eso el silencio y la reserva.
Pero pasó lo que pasó, y leo y escucho cosas que pueden informar erróneamente y provocar pensamientos y procederes capaces de dañar. Por eso esta explicación. Antoñito tiene en su enorme cabecita un cerebro que esporádicamente le genera descargas eléctricas desmedidas y acotadas que hasta el lunes 8 eran manejadas. Pero ese día sus actitudes se tornaron incontrolables porque eran muy aceleradas, se causaba daño en su cuerpito y como ha crecido y se está poniendo fuerte, costaba protegerlo para que no se lastimara. Por eso su internación, que no fue la única, para realizarle múltiples estudios, entre los que está la medición de la actividad eléctrica en su cerebro y encontrar de una vez por todas las formas de encauzar su vida neurológica en la búsqueda de la normalidad.
Valoro y agradezco las cadenas de oraciones y plegarias iniciadas, la gente que me acerca a senderos de fe y esperanza y sobre todo a nuestros médicos e institutos de salud argentinos que son humana y científicamente gloriosos. Mi hijo y su familia la seguimos luchando y de a poco estamos ganando otra batalla. Ni la primera ni la última, solo otra. Y si vos estás viviendo algo parecido, no bajes la guardia y no dejes de pelear todos los partidos hasta el pitazo final. Entregarse es morir, no te lo permitas. Te lo digo yo.
Por L.V.